jueves, 30 de octubre de 2008

El prestidigitador

Ese joven si que tiene un don extraordinario. Hace maravillas con el lápiz, pareciendo que el lápiz y él fuesen los mejores amigos. El papel resibe encantado las letras que este chico le regala, y el papel lo atesora con cariño, para que no se pierda en el tiempo algo tan valioso como la magia de este joven.
Su mano baila, mostrando destreza, mientras su cerebro maquina diferentes maneras de expresar la magia y el deseo. El chico continúa, mostrando su arte a nadie más que su sombra y su lampara, fiel compañera de la noche en donde este muchacho tiene mayor inspiración.
Él sigue y sigue, no puede parar, y su cerebro le incita a seguir mientras sus manos le piden un poco de descanso. Haciéndole caso omiso a los ruegos de sus manos, el continúa y continúa, durante días, semanas, meses y años, y luego de un tiempo prolongado, tiene el mejor libro de toda la historia enfrente suyo, suficiente como para que todo el mundo lo lea con ancias, tanto jóvenes como adultos, niños y ancianos, una y otra vez hasta que se dan cuenta que ya no existe otro libro superior a este.

(Exceptuando la biblia)

1 comentario:

Carroña dijo...
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